Ilumina tu energía multitudes y horizontes.
Bramas entre los mástiles, iniciando el
primigenio naufragio humano.
El caos encubierto desde la eternidad del
hombre.
Y queda ahora solo una pobre luz encendida,
como un espíritu que vuela
rodando cuesta abajo,
en torrencial escape.
Y va el hechizo invisible de tus caracolas
perdidas,
las conchas capitales desde donde proviene
tu canto.
Los cielos del alma y las densas banderas
marinas,
hacia el mediodía roto por los arados del
viento...
¿Es el viento nocturno o acaso el dolor
de los hombres,
el que arranca tu canto estridente?
Todo se precipita entonces.
Una catarata vaciada en los sueños.
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