martes, 20 de mayo de 2008

EL DOLOR EN LA VIDA Y OBRA DE GABRIELA MISTRAL.-














La poesía mistraliana es la exaltación misma del dolor, pero un dolor que el poeta, en uno de sus más próximos sentidos, tiene la obligación de transformar en amor.
Tras una vida plagada de muchas heridas, de grandes aristas que trizaron su alma y borraron para siempre esa sonrisa que mostraba la alegría pura de la niña que abrió sus ojos al mundo, toda llena de una percepción única, atisbando lo más recóndito del alma humana: Su Dolor.
De aquello que tuvo principio y jamás fin, habrían de nutrirse algunos de los más hermosos y profundos versos y poemas escritos en lengua española.
No obstante ser Gabriela Mistral una poeta de la vida, y siempre ligada al espíritu humano, a su quehacer, a veces cosmogónico, otras místico, otros profundamente realista, también, seguramente influyó en ella el paisaje agreste y solitario que circundó a Lucila Godoy Alcayaga desde su más tierna edad, cuya visión habitual estuvo limitada por picachos enhiestos, cascadas rumorosas, valles feroces y estrechos que hendían el horizonte con sus huertas, o bien lo cruzaban, contrastando la aspereza de la piedra y la terca sequía, paisaje y entorno que debió, sin duda, incrustarse en su espíritu, robusteciendo su imaginación e impregnándola de la belleza, reciedumbre y sobriedad que emana de los hombres, las cosas y las imágenes austeras.
Según el célebre crítico literario Alone: “Gabriela, cortada, violenta, terminante, alza sus ángulos duros a la luz deslumbradora, entre negruras de alquitrán, sin dudosas penumbras ni cansancios lánguidos, toda rojos heroicos o blancos nítidos, con cuestas empinadas y caídas a pique, abrupta, inmemorial, lejana y próxima, serranía que cruzan cantos perdidos y aromas temerosos, cordilleranos”.
Todo poeta genial, más que el común de los mortales, tiene el origen de su facultad creadora y las raíces de su originalidad afincados en su propia experiencia personal, en su mayor vivencia.-
Tímida y reservada desde su más temprana infancia, el conocimiento prematuro de la crueldad humana, que se repitió reiteradamente en su niñez y en su juventud, como asimismo el sentimiento patente de la injusticia, que ella experimentaba en carne propia, la hicieron sentirse como la eterna perseguida, la siempre humillada.-
Conociendo y profundizando en los hechos fundamentales que forjaron su carácter y que marcaron como huella indeleble su poesía, tenemos que admitir que pocos seres han sufrido tantas frustraciones, ofensas, incomprensiones y soledad, desde muy temprano, que nuestra, ahora querida, GABRIELA MISTRAL.
Y las experiencias dolorosas se suceden en toda su vida, una tras de otras, como templando en el fuego un espíritu exaltado, en cuyo dolor, han de forjarse los metales irrompibles de su grandeza posterior.
Hagamos a continuación el balance doloroso de su vida, sintetizado en algunos hechos:
En su niñez, a los 3 años, el padre que ella adoraba, abandona para siempre el hogar.
A los 9 años por una equivocación fue castigada por la directora de la Escuela Primaria de Vicuña, siendo vejada y motejada de ladrona y aún apedreada por sus compañeras.
Más tarde, a los 12 años, fue objeto de un juicio negativo frente a sus condiciones intelectuales en una Escuela de La Serena, al ser sometida a un test, los especialistas la declararon inepta y con incapacidad absoluta para cualquier clase de estudios, recomendándole que se dedicara solo a las actividades domésticas.-
Posteriormente, algunos años después, en el Liceo de Niñas de La Serena, Lucila Godoy, fue suspendida de su cargo de escribiente, bajo la imputación de observar una conducta subversiva, por el hecho de que la joven obedeciendo a sus puros impulsos de piedad, justicia y caridad, había dado paso para matricular en ese liceo a varias alumnas indigentes.
Y el culmine de sus episodios dolorosos en su infancia y juventud, lo tuvo el hecho de que a costa de indecibles sacrificios, endeudándose allá, economizando aquí, la llevaron a La Serena a rendir exámenes preparatorios para conseguir su ingreso a la Escuela Normal de la ciudad. La habían admitido. La detuvieron al entrar. En la puerta, sin excusas, sin explicaciones brutalmente, se le notificó que el Consejo había revocado su matrícula. Era el derrumbamiento sin esperanzas. No le quedaba a la niña sino estudiar sola, por su cuenta, dando exámenes privados, luchando cada día y forjándose en la batalla.
Gabriela con su Madre y hermana Emelina.
Pero la curva de sus labios caídos, que ya muestran los retratos de aquella época, no se le borraría de la boca jamás.
Luego de un lento deambular haciendo ayudantías en algunos colegios de La Serena, con la desventaja de no ser una maestra con estudios normales que le enrostraban siempre, en sus numerosas destinaciones conoce a Romelio Ureta, su primer amor, un joven y apuesto obrero ferroviario, quien, por motivos aún no aclarados, se suicida, generando en Gabriela un cierto secreto sentimiento de culpa y también, cierto íntimo pudor.
A estas alturas, y luego de ganar los Juegos Florales en el año 1914, Gabriela Mistral ya se hacía intensamente conocida, a través de la difusión de su obra en periódicos y revistas regionales y nacionales. Sin embargo, su obra sería resistida por viejos maestros de la lírica, que se escandalizaban y pedían el fuego del cielo contra una aparente revolución en la métrica y en el estilo. El hecho de que entre los revolucionarios hubiera saltado a la palestra una mujer, agravaba el caso y lo hacía imperdonable, añadiéndole un pecado contra las buenas costumbres. Pero esto que la autora vio y que le significó un enorme avance temático y de estilo, no fue apreciado por el gran público, que siguió apegado al lirismo del inicio, ni lo apreciaron los críticos de mayor renombre de la época.
Esta resistencia al reconocimiento de su obra, ya abundantemente valorada y estudiada con interés en el extranjero, significó su entrañamiento definitivo que no culminó ni siquiera el día de su muerte.
Recordemos que sus más importantes obras fueron publicadas en el extranjero, desde la primera Desolación, editada en Nueva York; Tala, en Argentina; Lagar, en Estados Unidos, etc.
Desde su viaje a México, para participar en la reforma a la educación, inicia un eterno peregrinaje por tierras extranjeras, pero ya estaba inmersa en la difícil pradera de la Poesía Universal.
México, Madrid, Paris, Roma, Estados Unidos, Centroamérica, Puerto Rico, Las Antillas, Nápoles, Buenos Aires, Petrópolis en Brasil, fueron algunas de sus residencias temporales. Desde entonces ella se autodenominó “extranjera siempre”. Y ella misma intenta aclarar en algo su quehacer cuando dice: “He escrito como quien habla con la soledad. Porque he vivido muy sola en todas partes”.
No obstante su éxito, continuaban sus momentos de aflicción.
Nombrada Cónsul en Nápoles, el gobierno fascista de la época se opuso. Como Cónsul Honorario en Madrid, un incidente desdichado la enemistó por muchos años con España y los españoles y hubo de salir de la ciudad, siendo víctima de una persecución inicua, que recién se conlleva a hacerle justicia en un Congreso de Escritores realizado en Lisboa.
Instalada en Petrópolis, Brasil, Gabriela había adoptado como hijo a su sobrino, Juan Miguel, hijo bastardo de un primo suyo de apellido Godoy. Ella cariñosamente le llamaba Yin Yin:
Yin Yin (Presunto sobrino de la Mistral)
Se había establecido entre ella y su sobrino una comunicación estrechísima, que Gabriela llega a calificar de idilio. El estar casi siempre juntos y solos los había ligado demasiado. Pero Juan Miguel era objeto de frecuentes burlas de sus compañeros del establecimiento de Petrópolis donde estudiaba con negros y mulatos. Estos se reían de su pequeña joroba y de su piel blanca y le llamaban el francés. La tortura permanente de estas burlas, le produjeron al muchacho una crisis nerviosa que no le fue posible resistir y el 14 de Agosto del 1943 se suicida a los 16 años.
El dolor para Gabriela fue tan grande que durante 9 días no pudo caminar. Ella cuenta posteriormente: “Este niño no era una porción de mi vida, era ella misma. En el comenzaba la vida personal que no tengo hace tiempo. Nunca la poesía fue algo tan fuerte para que reemplace a este niño”.
Gabriela Mistral y Yin Yin (Foto inédita)
Así, la serie casi interminable de soledad y sucesos dolorosos, que estuvieron trágica e inevitablemente unidos a su vida, no fueron, sin embargo, como pudiera pensarse, obstáculos para el desarrollo de su quehacer literario, por el contrario, fueron como los elementos primigenios de la materia candente, que forjaron la perfección del universo de su obra.
Allí, en medio de la soledad y el dolor, de la injusticia y el sufrimiento, Gabriela, sin embargo, con un espíritu que se mostró siempre rejuvenecido, renovador, fue estableciendo sus pensamientos, sus sentimientos, elevándose a alturas inimaginables, para aquella niña tímida y humilde de sus primeros años.
Aún cuando su voz y hablar era pausado, tranquilo, y en general de monólogos, en las letras esta se alzó con una justeza y una veracidad impresionantes, en sus poesías, prosa, cartas, recados, pensamientos, manifiestos y artículos publicados en revistas, diarios, conferencias y declaraciones, que le caracterizaban su matiz universal y sobre todo, su visionaria expresión.
Entre los resplandores y las sombras, nadie mejor que ella le ha cantado al amor, a la muerte, al terruño, a Dios. A esos niños imaginarios que les inmoló con sus “canciones de cuna”.
Y es también, americanista, pacifista, religiosa, feminista, poeta completa. Su poesía enorme entrega miles de luces y respuestas.
Pero en la obra de la Mistral existe un amor metafísico que va más allá del mundo fenomenológico y que abarca todo aquello susceptible de ser amado, tanto dentro de lo formal como en lo que se refiere al concepto. Aquí cabría también destacar el acento bíblico de sus escritos.-
Gabriela Mistral clama y llama en su auxilio las palabras eternas del “Libro de los Libros”. Con ello trata de justificar la paradoja, la dramática antinomia de su vida, que la hace campeona de la literatura del amor, sin que en realidad nos ofrezca en su existencia de 67 años, un ejemplo claro y vívido de lo que el amor ofrece hasta los seres más humildes de la tierra. Es decir, un amor logrado y feliz, prolongado en el tiempo a través de los hijos y los nietos, pasando por el amor-pasión, la ternura, al recuerdo grato y la evocación.
Todo estos le fue negado a Gabriela Mistral, pero en cambio, su corazón dio asilo a pasiones tan llameantes cuando transitorias, sin significación en el tiempo, aunque violentas y tremendas, que no dejaron huella histórica que no fuera en la sensibilidad y en la expresividad de la mujer poetisa. Esa transitoriedad colocaba la pasión fuera del mundo físico, para nosotros perceptible, trascendió misteriosas fronteras del espíritu sensible.
Así pues, el dolor fue la piedra de toque de la poesía mistraliana. Todas sus palabras están nimbadas de un sufrimiento lacerante. Cierto es que ella conocía mejor que nadie la alegría infantil o de la seráfica hermosura de la naturaleza, y así, nos los dijo en muchos de sus poemas, pero, a través de palabras que dirigía a los niños, o de su exaltación panteísta, se advierte, hondamente clavado el aguijón de la amargura.-
El sufrimiento es, como se ha dicho, la culmine de su expresión artística. No habría una obra de arte verdadera si no tuviese la implicación del sufrimiento. Gabriela Mistral es la artista que en forma más clara y directa, nos hace comprender este concepto tan real y, a la vez, tan inasible para la percepción corriente.-
Es precisamente esta condición antiestética, tan características que Gabriela Mistral confiere a sus escritos, poemas o prosa, de una potencialidad difícilmente encontrable en los escritores de nuestro siglo 20.
Finalmente surge aquí, en el análisis fundamental del dolor presente en la vida y obra de Gabriela Mistral, una reflexión profunda y una recomendación, a veces difícil de aceptar en poetas menores.
El mandato y la lección a que la experiencia de la poetisa nos induce, es lograr trocar todo este sublime dolor personal y humano en Amor Universal.
En su más amplio significado, el sentido de riqueza de la creación literaria es conocer la sombra para saber apreciar la luz y adoptar esta premisa eternamente como la fuente inagotable de la verdad.
En palabras de la propia Gabriela Mistral “que el dolor cobije todas las almas soñadoras de los románticos sublimes, porque el Arte es como sacar las manos de las brazas y ponerlas en el arroyo”.

JAIME HERRERA FLORES
(1992)


Dormitorio de Gabriela Mistral

en Montegrande

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